XXIII. Id al coño

Lado A

El otro día una nena me hackeó.
No se cómo carajo hizo pero
mirándome fijo y bizcando
UN SÓLO OJO
entró a mi código, lo desglosó y le metió un virus.

Lo descifró nosecómo
-eso que es único-
y, al entender ese lenguaje,
pudo ingresarle más
y más
y más
y... uh! Cómo le ingresaría
en este preciso instante.

Es que a estos vínculos entre usuario y hacker
(ávida, ácida)
hay que aprovecharlos.

Enriquecen el código.
Ángulo nena ángulo.
Ángulo, no barra, nena, ángulo.

Lado B

Riéndome solo
noté que este juego
no me hace bien.

Te odio,
te detesto,
je t'adore.

Sos extremadamente hábil
y yo un ser maleable
¡que fue advertido!,
hizo caso omiso,
y ahora está metido en un laberinto adictivo.

Quiero matarlos a todos ellos:
al violador,
al violador,
al violador
y al violador.

A no ser que me digas que no hay afinidad.
Ahí los dejo vivir.
Que no hay vínculo.
Es lo único que celo.

Quiero matarte a vos un poco.
Y desposar tu cáscara.

Sos indomable
pero bonita de montar
Si me bajo me van a doler los pies
Si me quedo los huesos se me van a moler

Al primer dolor ya lo tenía antes
y el segundo tiene una contraparte.

No te banco, Lourdes.
Me quiero casar con vos.

Sos como el pucho, boluda.
No. Peor. El pucho por lo menos te mata.

No puedo darte más besos
(ni hablar de llevarte a casa)
pero el "si quiero lo dejo"
es también mentira acá.

En una de esas sí matás,
sinceramente estoy dispuesto a averiguarlo.
Así de última dejo un cadáver bonito.