XLIV. Botella

Por momentos siento su aroma. En un recoveco de la almohada, en un hombro de la camisa. Lugares donde su cuello tuvo contacto. Huelo su esencia y rozo el desmayo. Me flaquean las piernas parado; se me nubla la vista acostado. Es un placer enorme, incontenible, que detiene mi respirar para explotar en un suspiro. Y entonces quiero poder sacarla de un bolsillo, abrirla y beberla.

Llego hoy cerca de las dos impregnado de tu olor pero aun mas permeado por lo cobrizo río turbio pardo de tus ojos a quienes ya no se si entiendo o meramente permito que me expliquen lo que deseen decir. Achinada por el llanto cuya firma me es ajena me sonreís y no se si lo hacés por mí o por mí para vos, hace rato que ya no sé a ciencia cierta para qué o quién pasan las cosas que indefectiblemente siguen pasándonos. Descreído en otro momento podría haber despreciado la coincidencia de haber estado viendo la misma película, escuchando el mismo disco, jugando con la misma cámara, leyendo la misma página. Pero hoy todo me es argumento, teoría que respalda mi obtuso obrar sentimental, emocional, irracional. Esa comodidad incómoda, ese tu amor por mí es único pero no es tu único amor, agravado con preguntas que no haría de vivir ese momento nuevamente, sumada a las tantas otras potenciales realidades. Voy a agitarme al agotarme al pasar de la atracción a la aversión si bien reacomodarme va a ser ínfimo al lado de amoldarme al rechazo viniendo del otro lado. Pero mientras tanto juguemos. Quién me dice que no pateamos el tablero de nuevo una vez más.