XX. Al yugo

Déjenlo pasar, digo. Sí señor, me responde Juan mientras abre la puerta. Del otro lado, dos hombres escoltan al ciudadano que pide hablar conmigo. Déjennos a solas, pido. Tome asiento, ordeno. La silla mide cinco centímetros menos que lo que una estándar. El ciudadano no sólo se siente presionado por estar en la casa de gobierno sino que ahora sabe que su posición de inferioridad es marcada. Incluso siendo un líder para los disidentes. Yo, sin pararme, señalo la silla con la palma abierta. Usar el dedo índice me parece débil.
Que qué lo trae a la capital del distrito, le pregunto. Sé muy bien que usted viene de la región de cosechas oleaginosas. Sé también que sus ideas no son concordantes con las que propongo.
Vengo a pedirle que razone, me dice. Los Estados Unidos del Norte no van a soportar el crecimiento de este Imperio por mucho tiempo.
No sé si vale la pena argumentar con el pacto, digo. Desde un principio hemos llegado a acuerdos con ellos.
Eso era hasta que nos acercáramos tanto geográfica y tecnológicamente. Nos consideraban vasallos. Debe usted replantearse el espíritu conquistador y permitir la libertad de Centroamérica
¿Libertad para vivir en un basural, como siempre? Pregunto.
El progreso y el orden pueden abandonarse si es por conservar el obtenido.
¿No es usted referente para los disidentes, señor? ¿No buscan los disidentes la involución hacia los antiguos feudos, con mayorías tiranas?
Es posible, pero el horizonte de esa fracción pensante no es más que eso. Un horizonte. Somos muy conscientes de que sin las armas ni el cuórum no llegaremos a nada. Acepto y aceptarán las reglas del juego impuestas con legitimidad y aprobación del casi total de la población.
¿Qué lo lleva a tal razonamiento? Jamás, considero, utilicé el miedo como arma primordial. Tan sólo represión para levantamientos inútiles. Luchadores sociales sin ideas claras. Revolucionarios de revolución.
Llegado un punto uno deja de añorar antiguos tiempos, sale a las calles y observa la pulcritud, los avances, el orden… ¿no es eso a lo que todos aspirábamos con poco prácticas ideas a lo largo de la historia?
Lo que me está diciendo es que usted se une a mis fuerzas. A las Fuerzas Imperiales.
Lo que le estoy diciendo, señor, es que me uno a la causa siempre que sea por salvar vidas inocentes.
Ah, ese pensamiento individualista. Salvar vidas, ¿con qué objeto? Las vidas no son equiparables a la vida. El avance. Y se lo dice un hombre que valora las vidas. Pero hay motivos por los que se deben posponer. La humanidad es una. Ella pesa más que un humano.
Por ese motivo se debe evitar la confrontación.
¿Y qué propone?
Diálogo.
Estamos estableciéndolo continuamente.
Usted no cede.
¿No le gustaría esparcir esta causa por todo el globo?
No si no se está de acuerdo. Tenga en cuenta que lo que se ha logrado en Iberoamérica ha sido siempre con aceptación. Y hemos logrado mucho.
Ay, Ernesto, no todos los pueblos saben lo que es mejor para ellos. Observe. La bandera del progreso ha alcanzado millones de vidas. Y las ha estado mejorando desde entonces. El Imperio Iberoamericano trabaja, produce, consume y vive felizmente. En pocos años tendremos una capacidad militar superior a la de cualquier Estado democrático-retrógrada. Podremos regar logros en todo el globo.
¿A la fuerza?
Ya es hora.
"But as the words are leaving his lips, a noise comes from behind". - Lennon/McCartney